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Dos franceses iniciaron su negocio en la casa más antigua de San Telmo. Se trata de la Pulpería Quilapán, que retoma el concepto de las antiguas pulperías, mezcla de bar, almacén y club social. Grégoire y Tatiana se conocieron estudiando arquitectura en París y juntos vinieron a la Argentina con la idea de pasar dos meses para aprender el castellano. Una vez en Buenos Aires, se enamoraron de la cultura y decidieron quedarse.

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El ritual que implica hacer un asado, el tiempo que se pasa compartiendo un mate y los productos simples pero de gran calidad hicieron que los dos franceses se interesen en las tradiciones argentinas y quieran contribuir a mantenerlas vivas. Ellos creen que los argentinos todavía saben tomarse un tiempo, reunirse y encontrarse, sin embargo, piensan que aquellas costumbres no son lo que fueron, y para reavivarlas es necesario conectar el campo con la ciudad.

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Más allá de la comida en sí misma, lo que los apasiona es la historia que cuenta, y para enriquecer la experiencia folclórica encontraron el lugar perfecto: una casona construida en 1860 que se encargaron de restaurar en el año 2012. Hoy está compuesta por un bar, dos patios, un espacio cultural y una tienda. Es un lugar donde se puede jugar al sapo, a la perinola y aprender a bailar chacarera o tango. Hay hasta un pequeño espacio, el cual llaman “museo”, donde exhiben las piezas que encontraron en la casona con las excavaciones arqueológicas que llevaron a cabo en la restauración.

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Algunos de estos hallazgos son una esmeralda, una moneda falsa de Carlos IV, un aljibe que había sido tapado durante la fiebre amarilla y una pared colonial del año 1720, la más antigua de Buenos Aires. Además, en la pulpería está la mesita de luz del Vice Rey Sobremonte, el inodoro personal del Presidente Urquiza, un riel del primer ferrocarril que funcionó en la Argentina, la bodega de Juan Duarte y una mina de submarino.

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Grégoire y Tatiana,
dos franceses que reconectan a los argentinos con sus raíces culinarias
Por: Lucía Avila

De todas maneras, los dueños no se interesan por construir un restaurante únicamente para turistas e inaccesible para los vecinos. Lo que desean es retomar el concepto de pulpería como un espacio que sea el nexo entre productores argentinos comprometidos y consumidores responsables. Esto explica la inclusión en la carta de un menú ejecutivo y uno obrero. Es más, todos los productos que comercializan son artesanales, producidos por argentinos para argentinos. Incluso la pulpería produce el vino de la casa, en la época de la vendimia, invitan a los parroquianos a pisar las uvas en el patio. Grégoire sostiene que los argentinos “dicen que lo de afuera es mejor, pero pensamos que lo de adentro es excelente”.

Por más que el comercio del pulpero sea uno de los negocios más antiguos de la Argentina, la Pulpería Quilapán no deja de ser innovadora. Los pulperos franceses dicen: “No nos interesa estar de moda, lo que buscamos es lo sencillo y lo auténtico”. Lo tradicional sigue atrayendo a los argentinos y son los mismos vecinos quienes hacen el negocio viable, “la fuerza del comercio de la pulpería es que se adaptada solo. Los parroquianos ayudan también cada día a pulir el concepto” asegura Grégoire.

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La Pulpería Quilapán es la mezcla perfecta entre lo antiguo y lo innovador. Créditos:  Facebook Pulpería Quilapán

Grégoire y Tatiana vinieron con la idea de recorrer Latino América como mochileros, pero Buenos Aires, su primer destino, los cautivó y no pudieron irse. Más allá de los atractivos de la ciudad, lo que los enamoró fue la cultura gastronómica y  la excusa que encuentran los argentinos para reunirse alrededor de la comida.

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